La voz de la infertilidad masculina
La lucha contra la infertilidad masculina: voces que rompen el silencio
Lo intentamos durante muchos meses pero la respuesta era la misma. Nunca lo conseguĂamos. Siempre llegaba ese momento en el que tenĂamos que hacer frente a la realidad. Al principio, estĂ¡bamos convencidos de que era algo natural. Ella habĂa tomado pastillas anticonceptivas durante unos años y algunos conocidos nos habĂan dicho que en esos casos el embarazo costaba mĂ¡s. Con los meses, empezamos a preocuparnos porque no conseguĂamos los resultados esperados.
Recuerdo especialmente algunos dĂas, los mĂ¡s complicados porque la paciencia se iba agotando. EstĂ¡bamos nerviosos y no sabĂamos quĂ© hacer. LlevĂ¡bamos casi dos años soñando con ser padres y estĂ¡bamos a punto de darlo por imposible. Salir a la calle y cruzarnos con un bebĂ©, nos entristecĂa. Éramos nosotros los que querĂamos llevar el cochecito y ser esa familia. Dejamos de salir con nuestros amigos porque asĂ evitĂ¡bamos el tema. Ellos sabĂan que estĂ¡bamos buscando el embarazo y no querĂamos que nos preguntaran nada. Fuimos injustos con nosotros. Con ellos. No nos merecĂamos escondernos del mundo. ¿Acaso estĂ¡bamos haciendo algo mal?
Ella empezĂ³ a culparse. DecĂa que era incapaz, que nunca se iba a quedar embarazada. SĂ© que puede parecer exagerado pero se terminaron los planes para dos. Dejamos de salir juntos, de preguntarnos cĂ³mo nos habĂa ido el dĂa, de imaginarnos el futuro. Solo querĂamos tener un hijo y lo que mĂ¡s nos unĂa fue tambiĂ©n lo que estuvo a punto de separarnos. Yo siempre volvĂa a casa con la misma intenciĂ³n: querĂa animarla y decirle que todo irĂa bien pero nunca la convencĂa. Ya no sabĂa cĂ³mo hacerlo.
Una madrugada, una de esas en las que era imposible dormir, empecĂ© a buscar informaciĂ³n sobre el tema. En la cama ya habĂa dado muchas vueltas. Reconozco que lo hice a escondidas. Ahora me arrepiento pero no querĂa que ella se sintiera presionada. No tardĂ³ en aparecer la palabra infertilidad. No conocĂa a nadie que hubiera pasado por esa situaciĂ³n pero cuando leĂ en quĂ© consistĂa, nos vi reflejados, a ella y a mĂ, a nosotros, despuĂ©s de muchos meses. ParecĂa que quiĂ©n habĂa escrito aquello, se habĂa inspirado en nuestra historia.
Si hasta entonces habĂamos pasado por momentos complicados, contarle lo que habĂa descubierto aĂºn me costĂ³ mĂ¡s. Lo hice por la mañana, mientras desayunĂ¡bamos. No sabĂa cĂ³mo se lo iba a tomar o cĂ³mo iba a reaccionar. Me dejĂ© llevar. Cuando se hacen las cosas de verdad y con el corazĂ³n, no puede salir mal. Al dĂa siguiente, estĂ¡bamos en la clĂnica de reproducciĂ³n asistida para explicar nuestro caso y pedir informaciĂ³n. Ella se empeĂ±Ă³ en ir sola porque estaba convencida de que aquello era por su culpa. Y sin embargo, tras hacernos los estudios de fertilidad, descubrimos que habĂa otro motivo. Me hicieron un seminograma y a travĂ©s de esta prueba detectaron que la movilidad de mis espermatozoides no era la mejor por lo que no eran capaces de fecundar el Ă³vulo.
Entonces me hundĂ yo. Te puedes imaginar ese momento. Me sentĂ responsable de todo lo que habĂa pasado. Y me sentĂ en deuda con mi mujer. Yo le habĂa roto su sueño de ser mamĂ¡. Fue como si nos intercambiĂ¡ramos los papeles. Ahora, ella era la que me animaba, la que me obligaba a creer que todo saldrĂa bien. El camino iba a ser largo pero ya habĂamos decidido que nos someterĂamos a un tratamiento de reproducciĂ³n asistida. Lo decidimos en una sola mirada. HabĂa llegado nuestra oportunidad.
A veces, me pregunto quĂ© hubiera pasado si nunca hubiĂ©ramos ido a esa clĂnica. QuizĂ¡s, ahora no estarĂa contĂ¡ndote mi caso. Y lo que es seguro es que no tendrĂa a mi lado, esta vida, de tan solo unos meses, que ya nos ha cambiado la nuestra.