Una cita que por fin, ha llegado
Me despierto temprano. Más temprano que el despertador. Hoy podría ser un día más. Un día normal pero yo sé que no. No será como siempre, como los demás. Abro la ventana. Cojo aire. Más de la cuenta. El cielo ha estrenado los colores. Me pinta la mirada, las ganas de sonreír. La ciudad bosteza. Algunos ya han salido a la calle y me pregunto si ellos también tendrán un sueño. El mío, por cierto, está cada vez más cerca y eso me recuerda que mi próxima estación está en el calendario que hay en la pared de mi cocina.
Voy hacia allí. Descalza. Me gusta sentir el ruido que hacen mis pasos hacia delante. Por fin ha llegado. Tengo una cita con el 27 de julio. Aquí está. Es tal y como yo lo había imaginado. Ahora que ha llamado a la puerta, ya no hay vuelta atrás. Pasa, ponte cómodo, le digo. Ordena tu equipaje y no guardes la oportunidad que traes porque la voy a utilizar. Esta vez sí. Has venido en el mejor momento, justo cuando estoy dispuesta a todo. Todo empieza ahora.
De repente, dejo de correr hacia atrás. Dejo la incertidumbre, los ojalás, los más adelante. Todo eso. Dejo de encerrarme con mis dudas, de pensar en futuro. Dejo de tener miedo a los estigmas. A que me pregunten. A que opinen. Dejo de hablar a escondidas. De evitar la realidad. Dejo de esperar. De pensar que no soy fuerte. Que no lo conseguiré. Dejo todo eso para ser feliz.
Desayuno. Me visto. Por una vez, no quiero estrenar. Me pongo la misma ilusión que desde hace tiempo me acompaña. Me miro en el espejo. Me queda bien. No la quiero perder. Salgo de casa y el portero me da los buenos días. Creo que mis ojos hablan más de la cuenta y le han dicho que hoy va a pasar algo inolvidable. Es entonces cuando me da por pensar que, cuando vuelva a casa, seré la misma de siempre pero todo lo que he estado imaginando hasta ahora tendrá sentido, por fin. Habrá merecido la pena el camino.
Quiero ser optimista. Me lo merezco. Sé que no estaré sola. Mi familia y mis amigos. Espero poder llamarles pronto para darles la noticia. Y los médicos. No quiero olvidarme de ellos. En la primera visita gratuita me sentí a gusto. No fui solo una paciente. Por eso, aunque solo nos hemos visto una vez, sé que quiero escribir esta nueva etapa de mi vida con este equipo. Porque me entienden, me respetan y me escuchan. Porque no es solo una sensación.
Mientras espero que el semáforo se ponga en verde, miro por última vez hacia atrás y veo todo lo que he recorrido. He hecho lo más difícil. No ha sido una decisión que he tomado de repente. Lo he pensado despacio y rápido. A solas y en compañía. Lo he pensado y siempre he llegado a la misma conclusión. Quiero ser el beso que cura. El abrazo que abriga. La mano que guía. La voz que anima. El te quiero que solo entienden dos personas.
Ahora, solo falta cruzar la calle y entrar en la clínica. Sé que ellos se encargarán de todo lo demás. Llegaré puntual a mi cita con una nueva vida.